Ojalá encuentren aquí un pedazo de Cuba, de su alma y de su gente... un poco de Matanzas, y un poco de mí

martes, 3 de octubre de 2017

El primer deber de un periodista es hacer periodismo


 Hace unos meses dedicamos un encuentro regional de Periodismo Digital, efectuado en Matanzas, a Roberto Pérez Betancourt, decano de los periodistas matanceros, incómodo, certero; joven a sus casi 80 años. Él, por supuesto, consideró inmerecido tal reconocimiento... Y hasta me hizo prometerle que no habría un homenaje más para él en vida, porque casi siempre estos llegan cuando se acerca la muerte, y él, dice, "todavía no ha sacado turno en el crematorio". Pero basta de tanta perorata y presentación. Solo quiero compartir las palabras de Roberto aquel día, en ese homenaje que él sí merece. 
  Ante todo, agradezco el reconocimiento que se me brinda, aunque en realidad lo considero inmerecido, pues en mis 77 años de vida, más de 60  de ellos en  trabajos varios, incluidos   51 en el ejercicio profesional del periodismo, solo considero haber intentado cumplir  el deber elemental de esforzarme en  mis obligaciones laborales, y opino que por realizar  el trabajo cotidiano no se precisan elogios.
  Comparto con Alfredo Guevara su afirmación de que el principal deber de un periodista es el de hacer periodismo.
Si es un periodista comprometido con las ideas que defiende, su deber, obviamente, es hacer periodismo consecuente con esa actitud, para lo cual la mejor inspiración y guía práctica   la tenemos en la propia definición que nuestro Fidel Castro ha hecho del concepto de Revolución, en los acuerdos de nuestro congreso y en las directivas del Partido.
No intentaré teorizar mucho  sobre el ser periodista y el hacer del periodista. Personalmente tengo presente a nuestro inefable José Martí, quien durante 15 años ejerció la profesión en Estados Unidos y recomendó que el periodista debe conocer desde la nube hasta el microbio. Entre los ejemplos que nos legó Martí resalta el de la honestidad de comprometimiento, pues en el ejercicio del periodismo para varias publicaciones de Latinoamérica, antepuso siempre la convicción en sus ideas revolucionarias y  la ética que esto conllevaba en sus  relaciones interpersonales y con empresarios, lo que varias veces lo llevó a renunciar a una retribución monetaria si el editor no respetaba sus puntos de vista, o le exigía defender líneas de conducta con las que  no concordaba, o le imponía  escribir sobre temas triviales.
Hoy no son pocas las necesidades económicas de los periodistas cubanos en activo y de los jubilados, aun sujetos a escalas salariales y pensiones  inadecuadas para las exigencias del costo de la vida. Pero creo que esta realidad no justifica a los que  deciden vender sus cuartillas a quienes, más que técnica, exclusividad y  actualidad, pagan disidencia  y  mentiras declaradas en publicaciones de reconocido perfil editorial anticubano.
¿Cómo hacer desde la prensa revolucionaria un mejor periodismo?, me preguntan, y para intentar una respuesta cercana  a la realidad contaré una breve experiencia personal, esperando me perdonen este pecado de la primera persona. Cuando a los 60 años de edad, padeciendo de  serias dolencias físicas, como si estuviera en mis 30, me exigieron en la Agencia de Información que siguiera rindiendo el periodismo reporteril todoterreno que allí se hace en provincias, ante la única alternativa de jubilarme, basándome en la experiencia acumulada, solicité que me concedieran una plaza como comentarista, analista o cronista. La respuesta que me dieron me enfrió el alma: En provincias No existen plazas para esas especializaciones. La realidad me obligó a jubilarme… afortunadamente, porque  entonces descubrí que incluso para los de mi generación no se acababan las opciones.  Invertí mis ahorros en comprar una computadora en el mercado nacional. Decidí adentrarme, aunque fuera elementalmente, en las nuevas tecnologías informáticas. Ya jubilado, propuse mis servicios como analista, comentarista y cronista a otros medios de difusión, incluidas sus ediciones digitales. ¡Maravilla de la fortuna! Entre las favorables respuestas que recibí estaba  la de la propia Agencia que me había negado una plaza especializada en provincia. Me contrató para que desde mi casa, a través del periodismo digital, con auxilio  de la televisión, la radio, el teléfono, el correo electrónico e Internet, atendiera diversos asuntos de economía global y de interés nacional e internacional. La moraleja para mí fue clara: No hay que rendirse ante  incomprensiones burocráticas ni avances tecnológicos. Estudiar, aprender de los mayores y también de los jóvenes, y poner siempre  apasionado  empeño en hacer trascender lo local, es la fórmula para seguir vivo y activo en esta profesión desde cualquier apartado rincón del país donde se actúe, en fin de cuentas, hoy, desde  una computadora y acceso a Internet, quien se lo proponga puede ser  eficaz comunicador,  lúcido exponente de la realidad cubana y de los sueños que nos siguen animando más allá del tiempo y los obstáculos de cualquier tamaño. 
Compañeros: Antes recordé que el primer deber de un periodista es hacer periodismo. Me gustaría añadir también que el primer deber de un editor es editar. Y que el primer deber de un director de prensa, jefe de información, o funcionario encargado de una publicación, es hacer que sus periodistas y editores hagan periodismo y editen. El periodismo de la mañana desde siempre se hizo  de madrugada. Los matutinos que se publican en Internet con la excusa de que “al cierre de esta edición se efectuaba...”, se faltan el respeto a ellos mismos y a sus habituales lectores y destinatarios en general. Los que ejercemos el periodismo desde provincias tenemos la difícil misión de hacer que lo local trascienda a planos nacionales e internacionales. Internet nos brinda esa oportunidad. No existen barreras, y si aparecen hay que luchar hasta eliminarlas. El blog personal puede ser una herramienta esencial en este compromiso, también las redes sociales. Es cierto que demandan mucho tiempo y creatividad para no emborronar espacios con boberías. Esa es nuestra tarea.
Finalmente, reitero mi agradecimiento por el reconocimiento inmerecido. No lo dudo, algún día dispondré del rúter  que me prometieron hace años,  que  me permitiría  acelerar la comunicación en el ciberespacio. Pero  conservaré mi viejo modem en una caja de cristal para que me acompañe al crematorio el día que me toque. Todavía no he solicitado turno... Muchas gracias.

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