Ojalá encuentren aquí un pedazo de Cuba, de su alma y de su gente... un poco de Matanzas, y un poco de mí

miércoles, 13 de octubre de 2010

Cultura ciclónica

- Lo último del huracán Paula

Si algo tenemos los cubanos es cultura ciclónica. O sea, conocimientos y prácticas para enfrentar depresiones, tormentas o ciclones tropicales, los eventos naturales que más afectan a nuestra Isla.

Después de varias centurias de historias de ciclones que comienzan con la contada por Cristóbal Colón en su diario de viaje en el lejano siglo 15 de lo que parece un huracán, muchos han azotado a Cuba.


De algunos se tiene noticia por la palabra escrita, otros han quedado como leyendas, pero todos apuntan a que la frecuencia e intensidad de estos fenómenos no es algo nuevo.

Así, la experiencia forjada en los años de soportarlos ha favorecido la cultura ciclónica; apuntalada por el desarrollo de la meteorología y la exactitud de los pronósticos de hoy.

Pero no es solo eso. Tal vez llame la atención que a pesar de la fuerza de los huracanes que han azotado a Cuba en los últimos años, de los fuertes vientos y las inundaciones, el número de fallecidos es ínfimo.

Hay dos explicaciones para ello que están enlazadas: la primera es la cultura ciclónica, y la segunda es la preocupación del estado y el gobierno cubano por preservar vidas humanas y objetivos económicos.

Todo un andamiaje, casi perfecto, echa a andar cuando se acerca un ciclón. Acoplados el instituto de Meteorología, la Defensa Civil y los medios de comunicación, informan las posibles trayectorias, la fase en que se encuentra y las medidas que se deben tomar.

Así, a fuerza de repetición, cualquier cubano sabe de memoria qué hacer cuando viene un ciclón: recoger agua potable, almacenar comida, asegurar las cubiertas ligeras, los tanques elevados, las ventanas, recoger las antenas, y en caso de necesidad, evacuarse y poner a salvo sus pertenencias más valiosas.

El que puede saca su poquito de combustible alternativo (gas, luz brillante, carbón) para cocinar por si falta la electricidad; y si tienen pilas preparan el radio, que es el medio ideal para mantenerse informado durante el paso del fenómeno natural.

Se ponen a punto las lámparas recargables, velas, chismosas, quinqués, faroles. Si hay árboles frondosos en el patio se les cortan un poco las ramas para disminuir el efecto del viento sobre ellas y los animales se llevan a lugares altos.

Además todos saben que no se puede salir antes, durante ni después del paso del ciclón, que no se debe deambular por zonas inundadas, ni pisar cables caídos…

Esa es la cultura ciclónica, que se pone a prueba aun cuando el ciclón solo amenace, porque los cubanos hemos aprendido que más vale prevenir que tener que lamentar.

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